martes, 2 de septiembre de 2008


En los días en los que las paredes de mi prisión parecen retraerse, la respiración se extingue ante la angustia. Y solamente salen de mí gritos ahogados de desesperación.
Así como aquello ha disminuido gracias a las pequeñas cosas, también ellas son capaces de despertarlo.una vez más.

No es un límite. Es una reacción. No siempre puedo amainar la locura.
Y cuando ocurre, el mundo parece distinto; más distante. Porque me oculto tras el espejo, dejando sólo un rostro vacío mientras estoy sola en mí.
Busco sin saber, deseo cosas que no suceden, recojo migajas de pasado, encuentro siluetas difusas de mucho que perdí, recuerdo quién soy...

Sólo entonces recupero el aliento, las paredes se alejan y regreso con mis manos repletas de anhelos olvidados en los cajones de mi pensamiento. Como si de un velo azul se tratase, se dispersan y luego permanecen estáticos, envolviéndome hasta que el ritmo de sonrisas momentáneas va marcando su desaparición.

Un instante más tarde, los secretos corren a refugiarse otra vez, cuidando de dejarme lo suficiente para permanecer reconocible ante el mundo. Mi rostro vuelve a representarme con un brillo en los ojos, temeroso; la realidad se acerca a mi piel y el camino recomienza a sucederse debajo de mis pasos, aletargado y sigiloso...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo conocia ese lugar, desde el primer momento en que te vi. Dejalo ir nna, se feliz n.n .