
Quién sabe, quizás hasta sea sabiduría.
Esa es la gran pregunta.
Porque, sí, yo pasé no sólo por sus manos, sino que me hundí en él. No diría que fue en vano, pero hoy ya no veo esa ferviente ilusión. No la proyecto hacia el futuro.
Y el panorama es vacío. De tanto jugar con él, le perdí las ganas, el entusiasmo.
Vivo los días, no busco nada. Me limito a gastarlos lo mejor que pueda, lo mejor que me salga; quizás haciendo cosas o permitiendo cosas que me hagan sentir que todavía estoy viva aún en estas circunstancias.
Y quitándolo del medio, esas posibilidades son sombrías.
Son días sin sabor.
A pesar de la compañía, a pesar de las metas, a pesar de que pensando menos sería mejor y sabiendo que no sé decir que no, que el camino correcto es a veces imposible para mí.
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